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El chalet marplatense: identidad construida en piedra y memoria

 

Así como el barrio de Belgrano tiene su “caserón de tejas” y Argentina y Uruguay comparten la clásica “casa chorizo”, Mar del Plata logró darle nombre propio a su estilo de vivienda por excelencia: el chalet marplatense. Un verdadero ícono de la arquitectura residencial local, que marcó una época y se volvió parte del imaginario colectivo de "la ciudad feliz".

Este tipo de vivienda, surgido entre las décadas de 1930 y 1950, combina influencias europeas —principalmente españolas y normandas— con materiales y soluciones constructivas propias del lugar. El resultado es una arquitectura reconocible, cálida y profundamente identitaria.

Entre sus elementos más característicos se destacan:

  • Techos inclinados, a varias aguas, cubiertos con tejas rojas coloniales.

  • Revestimientos de piedra Mar del Plata, extraída de las canteras locales, que transformaron las lomas de la ciudad en materia prima para sus fachadas.

  • Aleros amplios, postigos de madera, portones artesanales y una fuerte presencia de la madera vista como elemento decorativo.

  • Chimeneas prominentes, funcionales o meramente simbólicas, que completan esa imagen de hogar.

  • Jardines delanteros con ligustrinas, y cocheras cubiertas o semicubiertas, que hablaban de una clase media con aspiraciones, en tiempos donde tener automóvil era un símbolo de progreso.

Aunque originalmente pensados como residencias de veraneo, muchos chalets se transformaron con el tiempo en viviendas permanentes. Y más allá de su valor constructivo, hoy son también patrimonio inmaterial, por las historias familiares que cobijaron y por la emoción que aún despiertan.

Tanta fue su influencia que su estética se “exportó” a otras regiones del país: en barrios de distintas provincias se los puede ver reinterpretados con piedras locales, imitaciones del revestimiento original o, en algunos casos, con el mismo material trasladado desde Mar del Plata. Su impronta fue tan fuerte, que hasta el Estado Nacional utilizó este modelo para diseñar edificios institucionales y planes de vivienda con carácter aspiracional.

Si bien el chalet marplatense tiene raíces en el estilo californiano, su adaptación en esta ciudad le otorgó una personalidad única e irrepetible. La ciudad dejó su marca en la vivienda, y la vivienda en la ciudad.

Por eso me apena ver cómo muchos de estos chalets son demolidos para dar paso a construcciones impersonales. Entiendo que el crecimiento urbano, la presión inmobiliaria y las nuevas formas de habitar pesen más que la memoria o la identidad de un pueblo. Pero no por eso deja de dolerme.

Me preocupa también que la proliferación de viviendas tipo country —muchas veces desvinculadas de nuestra idiosincrasia— desaliente la restauración respetuosa de esas “casas de abuela” (una expresión que algunos usan de forma despectiva, pero que a mí me resulta entrañable).

Sé que es posible actualizarlas sin que pierdan su espíritu. De hecho, ese es mi campo de trabajo favorito: modernizarlas con sensibilidad, optimizando su distribución, sumando confort, y dejando intacta su gracia. Porque esa magia no se construye solo con diseño: se construye con historia, con oficio y con materiales de una nobleza que ya no se encuentra.

Si estás pensando en comprar o reciclar una casa antigua, no lo dudes: llamame. Estoy para ayudarte a ver su potencial. Esa es mi manera de aportar a que Mar del Plata no pierda parte de su alma, y que la ciudad feliz siga haciéndole honor a su nombre.

  • arqlorenaruhl

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